Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

martes, 9 de julio de 2013

¿Inteligencia emocional?

El aluvión de trabajos, técnicas de educación emocional, programas de autoayuda e innovaciones didácticas que ha surgido desde que Goleman publicara sus artículos sobre Inteligencia emocional ha sido inmenso, de tal forma que el concepto de inteligencia emocional, en paralelo con el de inteligencia cognitiva ha crecido como la espuma, dándose por supuesto que ambas facultades humanas funcionan de forma un tanto paralela. De ese modo, Mayer y sus colegas han podido desarrollar un test de Inteligencia emocional con el que, de modo semejante a como sucede con la inteligencia cognitiva, se obtiene un CI (ahora llamado CIE, Cociente de Inteligencia Emocional).
Todo esto, desde luego, creemos que es un avance comparado con la situación que vivíamos en los años 80, cuando comenzamos nuestros trabajos sobre el tema; una época en la que como poco nos miraban raro cuando hablábamos de estudiar los afectos. Pero a pesar de reconocer estos avances; sin embargo consideramos que, aparte de los errores conceptuales que lleva aparejados el concepto de "inteligencia emocional", podemos descubrir otros con implicaciones más sociológicas.
Entre los errores conceptuales está el afán por hacer un paralelismo entre el mundo cognitivo y el emocional, pareciendo deducirse del mismo que el mundo afectivo es una forma diferente de "conocimiento". Puede ser que sea así, pero es mucho más; las emociones y sentimientos están sobre todo en el ámbito de lo experiencial. Sí, referidas a la experiencia, la cual muchas veces tiene muy poco de "objetiva" y sí mucho de lo que verdaderamente le interesa a la persona. De esta manera, el mundo afectivo puede ser visto como el principal canal de la experiencia, del ser-en-el-mundo y, por lo tanto de construcción y mantenimento del yo: no en balde muchas patologías mentales cursan con alteraciones en la vida emocional (labilidad emocional, extrañamiento, sobredimensionamiento de algunos afectos, disminución de otros...).
Por lo tanto, potenciar y facilitar el desarrollo emocional deberá redundar en una mejor salud mental y una mejor conexión consigo mismos de los sujetos. Relacionamos, de este modo, al campo afectivo más con la inteligencia intrapersonal que con la interpersonal (de las que menciona Gardner), si es que queremos utilizar esa expresión tan inadecuada. Pero siempre queremos dejar claro que los afectos son también un fin en sí mismos y se autojustifican por lo que tienen de conductores hacia una plena experiencia y vivencia.
Las implicaciones sociológicas son de un alcance no menor que el de los errores conceptuales que lleva aparejado el concepto e ideas en torno a la "inteligencia emocional", puesto que mientras los errores conceptuales nos impedirán diseñar procedimientos didácticos adecuados, o poner en marcha intervenciones, terapeúticas o no, de tipo psicológico, las implicaciones sociológicas tendrán por su parte que ver con cómo se plantea, desde un principio, ese concepto de inteligencia emocional por parte de Goleman.
Y el hecho es que a través de Goleman, vemos una inteligencia emocional para el "éxito" en la vida. A lo que podemos objetar desde que ese "éxito" es muy utilitarista, en el sentido de que lo principal parece tratarse de obtener reconocimiento social, un buen empleo y buenos ingresos. Pero no sólo eso, sino que se nos deja entrever que si alguien no alcanza ese éxito (teniendo capacidad y trabajo) es porque no tiene suciente inteligencia emocional: se obvian de este modo variables intervinientes tales como: el azar, las relaciones sociales, la posición o estatus social de partida, el "hacer trampas en el juego", etc. Así que, de este modo tan sibilino se ocultan lacras sociales y se culpa, de nuevo, de su fracaso a las víctimas de las mismas. Se ocultan variables intervinientes, en favor de la variable importante que tanto gusta a los economistas. La controversia se convierte así en metodológica y epistemológica.
En lo tocante al factor azar, no podemos por menos que hacer una referencia a las aportaciones del psicólogo, premio Nobel de economía, Daniel Kahneman. A pesar del indudable valor de las aportaciones de éste, no podemos dejar de fijarnos en el detalle de la importancia que éste le otorga al valor de los inversores y la confianza -en el fondo de sus planteamientos- en el valor del azar, en la capacidad de asumir riesgos y de salir airosos de ellos. No se nos antoja posible un planteamiento menos justo de la productividad económica y de los méritos de sus responsables.
En lugar de valorarse la producción económica en función de las necesidades que se cubren, del bienestar que producen, de la eficacia energética, de la racionalidad de su organización, de la atención a la demanda social... se atiende, sin embargo, a la fortuna y a la capacidad de arriesgar: ¿pero qué riesgo se debe correr con el bienestar ajeno? ¿qué riesgo nos es lícito correr con el futuro de nuestros hijos?... riesgo cero, aventuras las mínimas.
Los coachmen están difundiendo una ideología según la cual la inteligencia emocional consiste en ser capaz de tomar medias arriesgadas y salir airosos de ellas; en lugar de intentar reducir al mínimo dichos riesgos y cubrir las posibles eventualidades de desastre como la actualmente nos afecta. Quien quiera emociones que vaya a un parque de atracciones y satisfaga así su carácter aún infantil (viéndolo desde el punto de vista más benévolo) o su carácter egoísta (siendo más ajustados a la realidad). De todos modos la realidad ya se encarga de proporcionarnos suficientes riesgos, sólo basta con estar suficientemente atentos y ser capaz de percibirlos con antelación, ¡que para eso está la ciencia, digo yo....!
Un brooker de la Bolsa sería un paradigma de inteligencia emocional, si se lleva hasta las últimas consecuencias el planteamiento de Goleman, y a través de esa concepción se confundirán agresividad con asertividad y sociabilidad con sociopatía: el deslizamiento hacia el caos social está servido... la prueba la estamos viendo y aunque se supere la etapa ello no quitará el daño que ya se ha hecho.
Y, despues de todo, qué valor tiene la apelación al azar y a su importancia como elemento neutral en el reparto de méritos. Cualquiera sabe que las leyes de la probabilidad no son, en el fondo, sino renuncias de la ciencia a explicar las verdaderas relaciones entre distintas variables, acudiéndose a los análisis aproximados que hacen las leyes de la probabilidad. Es verdad que la teoría cuántica ha llevado a muchos a pensar que eso no es así, pero nada más lejos de la realidad, pero las implicaciones del principio de incertidumbre de Werner Heisenberg, no pueden ir mucho más allá del reconocimiento, en dicho principio, de que el no poder predecir el movimiento de una partícula se debe a no poder "controlar" el error de medida derivado del mismo procedimiento d emedición: pero la determinación no se puede negar por este motivo. Por lo tanto, tampoco podemos decir que en esos casos sea imprescindible acudir al azar para explicar la realidad.
Así pues, los resultados con respecto al éxito que alcanzan tanto los individuos, como los colectivos de ellos, podrían ser explicados con argumentos mucho mejores que el azar o la probabilidad: sólo hay que tener paciencia para encontrarlos, aunque sea ayudados por el conocimiento de esas leyes. Pero volviendo al asunto de la naturaleza de la vida emocional con respecto a la cognitiva, podemos señalar otra diferencia importante aún entre ellas. Para ello vamos a recurrir a otro concepto, el de arousal, ampliamente utilizado en psicofisiología y por los investigadores del mundo afectivo durante los años 80. El arousal viene a ser para los psifisiólogos como un estado de activación del sistema nervioso central que predispone a determinados tipos de respuesta o de comportamiento; como un patrón de activación que nos prepara para actuar, para "movernos" (recordemos el "emovere" raíz de la expresión motrivación).
Nosotros, por nuestra parte, nos atreveríamos a decir que existen tantos patrones de activación como emociones o afectos podamos distinguir; es decir, que habrá tantos como emociones, y cada uno de ellos nos predispondrá a distintos tipos de conducta o comportamiento, ya sean cognitivos, conductuales, fidiológicos u orgánicos. Ahora ya parece que vamos centrando la cosa: habrá patrones de activación que nos lleven a un efecto (o incluso un trastorno) orgánico, a un areacción fisiológica, pero sobre todo, con respecto a lo que nos interesa aquí, a comportamientos y a estados mentales determinados cuya explicación no podemos buscarla exclusivamente en el ambiente exterior. Sobre cómo debemos entender esos patrones propios de cada tipo de emoción, podemos adelantar que no debemos entenderlos exclusivamente como patrones de comportamiento, de reacciones fisológicas.. sino que, además, deberemos fijarnos en ante qué clase de estímulos está más predispuesto el individuo a reaccionar con cada emoción o afecto (por ejemplo, con la tristeza a los estímulos autopunitivos, con la ira, a los estímulos amenazantes, etc.) y predisposiciones a interpetar dichos estímulos de un modo u otro; además de complejos interactivos que definen "modos de relación con el medio", en función de los cuales conductas que de otro modo se podrían considerar aleatorias o "anormales" pasan ahora a resultar comprensibles, como cuando hacemos alusión al estado de ánimo de alguien para explicar algunas de sus reacciones o comportamientos.
En resumidas cuentas, todo un complejo fenómeno que no puede ser utilizado como un arma arorojadiza, según la la cual el éxito o el fracaso dependen de que uno sea capaz de desarrollar su inteligencia emocional; con un punto de vista que no es tan anti elitista com sostiene Rafael Bisquerra (2002) ya que hoy sabemos que si el manejo de nuestras emociones (lo que se ha dado en llamar inteligencia emocional) puede ser favorecido mediante una "educación emocional" la inteligencia cognitiva también se puede desarrollar, como bien nos ha enseñado el constructivismo. Así que el supuesto antielitismo de Goleman, defendiendo que la facilidad para desarrollar nuestra inteligencia emocional se contraponía al elitismo de quienes destacaban la prevalencia de la inteligencia cognitiva en las clases sociales privilegiadas, podría ser un contrapunto eficaz, puesto que la inteligencia emocional, mientras que la otra, según ellos no, quedaba de este modo vacía de contenido. Y es demasiado el precio que se paga negando otras variables intervinientes (la mayor parte de ellas relacionadas con la injusticia social).