Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

La necedad del poder

Cualquiera que haya leído "La conjura de los necios" de John Kennedy Toole, habrá podido comprobar cómo el más necio (Horatius Reilly) de los hombres consigue con bastante frecuencia hacerse con la voluntad de muchos otros (en tanto dura el estupor de éstos ante sus sorprendentes extravagancias), y se sale a menudo con la suya. Mientras tanto él, por su parte, los menosprecia a todos como a necios. Esta hilarante paradoja no deja de tener su dramatismo, puesto que es una parodia de lo que realmente ocurre en nuestro mundo. Los necios gobiernan el mundo, creyéndose que son los más dotados, cuando realmente es lo contrario, pues demuestran a menudo su necedad. Todo ello se demuestra simplemente pensando que la mayor manifestación de la inteligencia es librarse de la ambición excesiva.
Tenemos decenas de ejemplos de gobernantes cuya necedad se ha hecho proverbial, y aquí dejamos que el lector rellene el hueco que dejamos a propósito. Se ha dicho muchas veces que el diablo es el más necio de los malvados, pues pudiendo tener mucho es el más miserable de los seres; si se nos permite la alusión a esta figura mitológica, tan ilustradora de cómo se comportan aquellos que se empeñan en prescindir de la parte noble que tiene la "humanidad". Esta parte que compensa, a veces, el desolador aspecto que ofrecemos con nuestras miserias.
Suele pensarse que los más dotados en inteligencia, son aquellos que resultan capaces de resolver complicados problemas. De este modo se menosprecia injustamente a quienes no consiguen hacerlo, asignándoles "piadosos" adjetivos como "discapacitados", disminuidos" o "con necesidades especiales". Pero la realidad es que la mayor parte de las veces, quienes aplican esos adjetivos parecen estar reflejando su propia imagen en un espejo: saben resolver complicados problemas, pero yerran en el más fundamental, ser capaces de percibir lo más esencial en la vida: que suele coincidir con las cosas más sencillas, que por eso llegan a ser sublimes.
Pero lo más dramático de todo es que los necios que ocupan el poder en practicamente todo el mundo "ni comen ni dejan comer": la codicia, la avaricia, el afán desmedido por destacar, no sólo los hacen infelices a ellos, sino a todos, pues en sus ansiosas y locas carreras en pos de su ambición siegan vidas ajenas y privan de contenido digno las suyas propias; quedándose todo en una vana lucha por quedar encima de... la nada.
Como consecuencia de la necedad de quienes detentan el poder, todos parecemos abocados a perseguir sueños de grandeza, pareciendo que sólo disfrutamos con los grandes logros y despreciando las pequeñas felicidades que la vida nos va otorgando. Por supuesto que las grandes alegrías constituyen sal para la vida y, si no nos obsesionamos con ellas, éstas nos procuran alicientes extra a nuestra rutina diaria. Pero la obsesión por los grandes logros se convierte en adictiva y, como tal, destruye al que la padece. Esta adicción (como todas) tiene como característica principal que nos exige cada vez más cantidad para conseguir los mismos resultados (aumento de la tolerancia se llama eso cuando hablamos de drogadicciones) y como tal adicción acaba produciendo la ruina de quienes la padecen y de quienes los rodean: que es todo el mundo actual.
En "Tener o ser", ya Erich Fromm nos advirtió de que no basta (incluso sobra) con acumular cosas, sino que hemos de procurar "ser" (ser mejores, se dignos, ser humanos...), en un afán de perfeccionamiento como personas, que no debería estar relacionado con el simple acumular cosas, relaciones, afectos o dinero (por poner algunos ejemplos). Pero ya modernamente, a este "Tener o ser" deberíamos añadir "Tener, ser o hacer", pues no se trata de un autocontemplativo perfeccionamiento individual, sino de lo que cada cual hace, con respecto a sí mismo o hacia los demás, tratándose, además de "hacer bien" o "hacer el bien", pues cualquier hacer no nos vale y algunos pueden ser hasta deleznables.