Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

miércoles, 16 de abril de 2014

Memoria e Historia

Estos dos conceptos, complementarios, tienen, por otro lado, sentidos antitéticos que no resulta vano considerar, por ello lo intentamos:
La memoria parece que pertenece al terreno de lo individual y está ligada al recuerdo desde los momentos más tempranos de la vida de una persona. La historia, por el contrario, es colectiva y sobrepasa el terreno del recuerdo, apoyándose en los testimonios de otros (a través del tiempo) por medio de la palabra, lo escrito, las obras materiales...
Las tradiciones se apoyan más en la memoria que en la historia, puesto que, aunque es colectiva, sin embargo, cuenta de manera ineludible con las experiencias personales, propias de la memoria.
Una y otra son complementarias. Cada una de ellas por separado, lleva a un callejón sin salida. La memoria por sí misma, lleva a las sociedades al anquilosamiento y cuando se asocia al espacio (los espacios o lugares de la memoria) ese efecto se potencia. La historia por sí misma, es fría y alejada de las experiencias cotidianas, es facilmente manipulada desde las instancias del poder.
Una y otra se complementan y contrarrestan los efectos perniciosos de cada una de ellas por separado.
Sin memoria, los pueblos se convierten en autómatas, sin historia se convierten en pollos descabezados que no saben a dónde van, ahogándose entre los mitos.
La memoria se basa en lo que vemos, en lo que sentimos, mientras que la historia lo hace en lo probado, en lo demostrado. Todo esto hace que, cuando influyen las pasiones, la percepción se altere y con ella cambie la memoria; también hace cuando los datos no están completos o son erróneos, la historia se aleje de la realidad.
La memoria está viva, acompañando a la persona durante gran parte de su vida (incluso cuando fueron perdidos, con el transcurso del tiempo o por algún trastorno). La historia, sin embargo, es estática, como resultado de que los hechos han cristalizado, al no existir ya quienes los vivieron o al haber sido repetido ya tantas veces, que se ha alcanzado cierto consenso sobre cómo fueron (por otro lado, consenso siempre en equilibrio inestable). Pero ocurre que, al estar viva la memoria, ésta puede autocambiarse, según las necesidades del devenir; también ocurre que, pese a la presunta inmutabilidad de la historia, los contextos cambian, y con ellos la interpretación que de la historia se hace.
La memoria suele basarse en la ignorancia y la historia en la autosuficiencia y la arrogancia, pero también la memoria nos hace más sabios y la historia nos enseña a ser humildes.
La memoria es vernácula, pero puede conducir al conservadurismo, ya que con ella se tiene una percepción del cambio y puede inducir a pensar que las cosas son inmutables y el tiempo estático (ni siquiera ciclico). La historia es oficial, pero nos puede marcar el camino de la renovación y la mejora.
Quizás por todas estas contradicciones y paradojas, nos encontramos con disciplinas tales como la historia oral o las historias de vida. Las primeras podemos entenderlas como el acercamiento de la memoria hacia la historia, a base  de recurrir a la rigurosidad de la historia al obtener la información de manera sistemática. Y las memorias o historias de vida parecen el acercamiento de la historia a la memoria individual, donde confluyen las experiencias cotidianas de los protagonistas de la historia, que no han alcanzado un papel relevante en la misma. Sí suelen aparecer en los libros, en las crónicas, o en las actas oficiales.