Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Habla andalú

La cada vez más avasallante influencia de los medios de comunicación sobre el ciudadano y, en nuestro caso concreto, el ciudadano andaluz, hace que se produzca una presión homogeneizante que se antoja contraria a la pervivencia del andaluz como lengua. Estos medios que, en su inmensa mayoría, ejercen un estricto control para que se cumpla una "perfecta" dicción castellana; además de otros factores como la labor de los dobladores de películas, con iguales requerimientos, el sistema educativo, que no termina de poner en valor al andaluz como alternativa del español -tan válida al menos como el castellano-, o la misma sociedad andaluza, que no acaba de quitarse complejos ancestrales, todos juntos hacen que 34 años después del 28 F, la situación del andaluz, como lengua, esté peor que antes, con riesgo de disolución. Todo ello a pesar de que suponíamos, por entonces, que las instituciones públicas andaluzas iban a velar a partir de entonces, por nuestros valores culturales. Sin embargo, la realidad que vivimos está muy lejos de ser esa; apenas si se han recogido iniciativas para mantener, dignificar y preservar el andaluz. Hoy en día, y desde hace demasiado tiempo, sufrimos todos estos "ataques", sin que desde esas instituciones se haga apenas por remediarlo.
El lema que adjuntamos a esta entrada, esperemos que no sea un canto del cisne antes de morir y de que hayamos perdido de nuevo (como con el aljamía o la lengua tartésica) un vehículo de comunicación propio y una seña de identidad tan valiosa como es nuestra lengua.
La influencia de los medios de comunicación se nota también cuando se hace burlona referencia a nuestra habla andaluza, procurando hacer mofa de nuestra querida forma de expresarnos, parodiando la forma de hablar de aquellos de nuestros paisanos que han tenido menos suerte con su formación. Se nos ridiculiza, ignorando adrede, que existe un andaluz popular, un andaluz culto y hasta un andaluz para expresarnos en la comodidad de nuestros hogares (como con cualquier lengua ocurre).
Otra forma diferente de ataque hacia el andaluz es la de la propia denominación. En efecto, cada vez es más habitual utilizar la denominación de castellano en lugar de la de español, y ello a pesar de que la Academia de la lengua se denomina "española" La consecuencia de esta dominante denominación es que se nos convierte en "castellano parlantes" de la noche a la mañana; así, los emigrantes andaluces son reducidos a un grupo de "castellanoparlantes", con un nuevo ataque a su identidad, curiosa y principalmente en aquellas comunidades o nacionalidades que más defienden la suya.
Esta doble hipocresía se basa en disolver nuestra identidad, de paso que se dice que hay varias lenguas españolas obviando que así los andaluces quedamos desplazados, ignorándose, muchas veces adrede, de que el castellano inicial fue transformado -en un proceso de interacción intensivo de dos o tres siglos- en lo que hoy -al menos hasta ahora- denominamos español.
"sin subrayar lo que nos distingue, pero sin hacer concesiones en lo que nos identifica". (José Mª. Vaz de Soto).
¿UN ANDALUZ O VARIOS ANDALUCES?
En muchas ocasiones oímos decir que no podemos hablar de andaluz, porque en cada área geográfica andaluza se habla de manera diferente. Esto es bien cierto, y no podemos defender que ninguna de ellas sea preponderante sobre la otra (al contrario de lo que hacen con el castellano de Valladolid, con el euskera batúa, con el catalán de Gerona o con el gallego normativizado). Si en algo debemos caracterizarnos es en no elevar a categoría superior a ninguna de su variantes, pues de lo contrario caeríamos en los mismos vicios que criticamos. Sin embargo, que nadir se llame a engaño, el que suscribe (y precisamente por estos motivos) defiende la norma de Sevilla como la deseable para sí. Es más, como apuntaba al principio, no sólo podemos hablar de diversas variantes del andaluz por zonas geográficas, sino que también podemos decir que hay un andaluz formal -para ocasiones correspondientes-, un andaluz íntimo -para ser hablado en el hogar- o un andaluz para la relajación -con normas más laxas, al igual que ocurre con el que se utiliza veces para discutir. Por todo esto, podemos suponer que ninguno de ellos es propia de alguna persona u otra. Es verdad que podemos suponer que algunos utilizan más unos registros que otros, pero resulta desacertado decir, simplemente, que hay un andaluz culto y otro vulgar (u otro casero); eso más bien parecen prejuicios clasistas. Por estos motivos, señalar rigidamente unas normas u otras, como el auténtico andaluz, además de ser un dogmatismo, nos lleva a alejarnos de la realidad viva de un idioma.

¿ES EL ANDALUZ SÓLO UN ACENTO?
Hay quienes suponen que el andaluz es "sólo" una forma diferente de pronunciar el español (incluso algunos que lo colocan a la misma altura que el castellano), pero los diccionarios andaluces aparecidos (principalmente la de la editorial Proa en los años 80), atestiguan que hay un verdadero léxico andaluz diferenciado. Además podemos suponer que hay algunas diferencias en sintaxis con respecto al castellano, que intentaremos desgranar aquí; pero, sobre todo, si hacemos un análisis del discurso, hay una forma diferente de expresarse, que pasa del terreno de lo denotativo al connotativo. Y es que no pretendo desde aquí acentuar las diferencias entre una y otra habla, pero respetemos las distancias, porque en ellas reside la riqueza y el cambio y la verdadera unidad del idioma.

domingo, 11 de mayo de 2014

La verdad

El amor a la verdad  es el más noble de todos los amores. Sin embargo; no es oro en él todo lo oque reluce. Porque no faltan sabios, investigadores, eruditos que persiguen la verdad de las cosas y de las personas, en la esperanza de poder deslustrarlas, acuciados de un cierto afán demoledor de reputaciones y excelencias. (Antonio Machado. Juan de Mairena. 5).