Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Lo nuevo y lo reciente

     Con frecuencia se oye tachar de antiguas a ideas o valores que no lo son; o al menos no lo son más que las de aquellos que eso afirman. Puede que ello ocurra porque se confunde, seguramente a posta, lo más reciente (que no garantiza cambios reales, sino sólo superficiales) con lo nuevo, al que se supone más profundidad y cambios que marcan mayores diferencias. Confusión que ocurre posiblemente porque lo nuevo aún no ha conseguido dar de sí todo su potencial, y que suele coincidir con las ideas más progresistas.
     Seguramente estas formas de pensar sobre lo que es nuevo, tienen mucho que ver con el fenómeno de las modas, pero puede que también vayan mucho más allá de la trivialidad con la que suelen estar bañadas éstas. Así que esas modas lo único que consiguen o persiguen son ideas viejas con apariencia de nuevas y con viejos gustos remozados en su apariencia. Todo ello no son más que cambios superficiales que no afectan a lo fundamental y ayudan a mantener en su lugar a lo ya caduco y sin utilidad.
     Lo más reciente puede que no sea lo más nuevo, pues puede que sea sólo una copia de lo anterior, y su función principal puede ser que nada cambie y oculte la caducidad de la parte perjudicial de lo antiguo. El recientismo y la novelería no tienen en cuenta todo es, e impiden los verdaderos cambios; se dejan llevar por lo estético y subestiman el trasfondo ético de la realidad.
     Quienes apuestan por lo reciente antes que por lo nuevo, practican un pseudomodernismo que a veces se transforma en postmodernismo, añadiéndole la pose del desencanto, pero con el trasfondo del más vacuo esteticismo. Y esa apuesta por lo moderno, a menudo puede ignorar que lo moderno es un término relativo a otro anterior, pero no quiere decir que aporte nada de interés. Porque lo nuevo hace referencia a una dimensión cualitativa, queriendo significar que ha habido un cambio sustancial, mientras que lo reciente se refiere a una dimensión temporal y sólo hace referencia a lo cronológico. En este sentido, podemos decir que lo antiguo no está tan lejos de lo nuevo, puesto que éste hunde sus raíces en aquel, pero lo reciente parece flotar en la nada de Chronos, donde el  caos es su única raíz.
     Busquemos lo nuevo pero no por sí, y siempre con el horizonte de mejorar. De lo contrario, todo se reduce a acortar los plazos de utilización de cualquier idea, objeto o recurso, sin haber averiguado las verdaderas potencialidades de los mismos, y sin poder valorar, por lo tanto, las nuevas necesidades.
     Visto desde el punto de vista de quiénes son los que distinguen mejor lo que es verdaderamente nuevo, nos encontramos con que, al menos aparentemente son los más viejos, los que tienen más criterio o puntos de comparación para decidirlo; lo que también puede tener como consecuencia que son los viejos los que verdaderamente pueden innovar de manera consciente, siendo entonces la innovación de los jóvenes más alocada e impulsiva y, por lo tanto, más inconsistente y menos duradera generalmente, como en el caso de las superficiales modas.
     Primar lo reciente sobre lo nuevo equivale a dejar que prevalezca la inmediatez, sin sopesar las consecuencias de los supuestos cambios.