Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

miércoles, 5 de enero de 2022

El flamenco como expresión de identidad

     Si hay dos cosas que unen a flamencos gitanos y a flamencos payos, una es el territorio, entendido como espacio humanizado. Se puede percibir eso en que muchos de los palos, o sus variantes, tienen como apellido algún lugar de Andalucía: alegrías de Cádiz, Granaínas, Malagueñas... También cantaores y cantaoras o tocaores, tendrán el nombre de su lugar de origen como apelativo artístico: Camarón de la Isla, Naranjito de Triana, Fernanda y Bernarda de Utrera...

     Si bien esta tendencia comparte importancia con la filiación por parentesco: Paco
de Lucía, Niño Ricardo, Pepe el de la matrona, el Niño Gloria... podemos ver en estas denominaciones una consecuencia y una expresión de la importancia que el territorio, como espacio humanizado, tiene para los flamencos.

     Otras veces se hace alusión a oficios, etc., pero lo que aquí nos preocupa es saber qué representa el flamenco como expresión de la identidad andaluza, que a veces aparenta entrar en conflicto con la identidad gitana, o incluso con la identidad española (basándose en el hecho de que hay numerosos interpretes y aficionados al flamenco, que no son andaluces o, ni siquiera españoles). Para comprender la importancia que, para la identidad andaluza, tiene el flamenco, nos viene bien analizar la relación de los flamencos con el territorio.

     La segunda que nos une, el otro punto de unión es el compás, como ya hemos dicho y éste es la base de toda la música andaluza. En Andalucía gitanos y payos pueden "no tener oído", pero deben tener compás, so pena de censura social: quien no sabe al menos tocar las palmas es un "lacio", o, lo que es peor: un "saborío" (sin sabor).

    El flamenco es, probablemente, resultado de una expresión cultural que ha sobrevivido a varias civilizaciones; y de algún modo ignoramos cuál es su raíz. Cada una de esas civilizaciones ha ido dejando su impronta, por eso se le atribuyen varios orígenes. El mismo Julián Ribera ya opinaba, hace más de un siglo,  que las raíces de soleares y playeras, por poner sólo dos ejemplos, estaban en formas musicales de hace casi mil años (con la repetición de los acordes La, Sol, Fa, Mi). Independientemente de que esta afirmación de Ribera parece abogar por la tesis de que la etnia andalusí esté subsumida por las otras dos que se asientan en el territorio andaluz, lo que sí se puede manifestar también es que los orígenes del flamenco son remotos, y que se puede sospechar que algunos de esos orígenes pudieran remontarse a épocas anteriores a la de Al Andalus.

     Resulta pueril pensar que esta expresión cultural haya surgido de la nada en los siglos xviii o xix. No es posible que surja algo tan complejo, en tan poco tiempo. Tampoco creemos que sea el "invento" de alguien. Ya dijimos que no creíamos que las nubas surgieran sólo por la inspiración de Ziryab. Si nos remitimos a tiempos más cercanos, hemos visto cómo los compositores "cultos" o profesionales, frecuentemente toman los aires populares para hacerlos más sofisticados (el mejor ejemplo es nuestro Manuel de Falla, pero hay otros muchos en la música culta europea), no al revés (excepción hecha de las óperas y zarzuelas), por lo que las nubas, cuyo parentesco con el flamenco es de ciegos no ver (o de sordos no oír), podemos presumirlas anteriores a Ziryab. ¿cuánto de anteriores?. Y si ocurre eso de tomarlas de tomarlas de la música popular, ocurre con las nubas, otro tanto podría ocurrir con el flamenco.

     Si hemos comenzado esta comparación con las nubas, vamos a continuar ahora con ellas, por ver si nos aclara esta comparación, algo de las raíces del flamenco:

   Mientras el flamenco no tiene un orden preestablecido, la música andalusí del norte de África sí.

    Mientras el flamenco se canta individualmente (excepto sevillanas y fandangos).

     Pero mantienen similitudes técnicas que ya hemos mencionado y que apelan nuevamente a la antigüedad de sus orígenes, aunque éste posteriormente evolucionara como tal.


     Pero volviendo a la afirmación inicial, sobre la importancia del territorio, creemos que éste es el verdadero aglutinador en el flamenco, ya que ha hecho de la convivencia entre payos y gitanos un elemento imprescindible donde han interactuado sus respectivos elementos culturales, los arcanos rítmicos y tonales, propios del sur de la península ibérica y las vivencias y facilidad de asimilación y recreación de los gitanos.

     Si bien parece que el principal aglutinador social para los gitanos, parece ser la consanguinidad, en cambio para los payos parecen ser las relaciones de afinidad o incluso laborales. Pero para ambas etnias tienen el territorio como aglutinador común, porque sólo en Andalucía los gitanos se hacen sedentarios y aman tanto su tierra como los payos: ésta quizás una clave fundamental del surgimiento del flamenco; la convivencia de payos y gitanos y los intercambios culturales que se producen entre ellos.

     Por este motivo, entre otros, el flamenco se erige en rasgo de identidad andaluz: ligado a la tierra y a sus dos etnias más significativas: gracias al territorio humanizado que es Andalucía, se solapan dos estructuras sociales: una cuasi tribal -la gitana- y otra estructurada principalmente en torno a relaciones de afinidad, basadas en el trabajo -gremios-, en la religión -hermandades y cofradías-, deportivas -clubs de fútbol-, de amistad..., etc.

     Y todo esto es posible porque la etnia gitana en Andalucía se hace sedentaria y convive, generalmente, en paz con los otros residentes. Gracias a esta coincidencia espacial se produce el intercambio entre estas dos subculturas que forman la andaluza, y que ha resistido gracias a la música y otros rasgos, el paso de diversas civilizaciones que han quedado impregnadas por su creatividad.


     Hay también otra cuestión sobre la que sería interesante reflexionar: ¿es el flamenco un arte popular? Si nos atenemos a quienes son sus principales intérpretes o creadores, se ve claramente a capas medias y/o humildes de la población. Sin embargo, es minoritario, y percibir sus cualidades requiere un aprendizaje y un cultivo de la sensibilidad musical y artística. Pero si requiere cultivarse, ello quiere de ir que es "culto"; es decir, que es minoritario no como atributo de marginación, como algunas veces han querido adjudicarle, sino como cualidad de personas formadas, con un gran cúmulo de conocimientos, si bien esos conocimientos no son patrimonio de las clases dominantes de la sociedad, sino todo lo contrario.

    El flamenco es, pues, un arte popular y culto a la vez, pero de una cultura que, casi nunca, poseen los privilegiados de la sociedad. Es un arte sofisticado, pero no decadente y ello quizás sea una de las razones de su fuerza, la otra será la de su papel de identificador del pueblo andaluz, basándose en el apego al territorio; un territorio por el que han pasado varias civilizaciones, lo que seguramente ha hecho a los andaluces más proclives al intercambio cultural.


Una última reflexión, ¿por qué la música actúa como principal aglutinador de la identidad andaluza?

     En 2001 presentamos un trabajo sobre el orfismo andaluz, en el que analizábamos, basándonos en una reflexión sobre la teoría de Ruth Benedict, la importancia de la música en la cultura andaluza. Ahora también afirmamos que, esa importancia, hace que descanse sobre ella gran parte de la identidad andaluza.

     Y ello vale para la etnia gitana tanto como para los payos; si bien es cierto que en los segundos predominan más los cantes grupales y en los primeros los individuales. Pero ambas etnias con al menos dos denominadores comunes: territorio y compás. Ambos garantizan la cohesión entre ambas etnias por un lado (hay un modo fácil de identificar a un "guiri" en una fiesta: es el que da la última palmada cuando ya todo ha acabado).

     Y el territorio como anclaje de la identidad, que se manifiesta gracias a cada uno de los cantes, cantaores, tocadores, bailaores, aficionados que se sienten ligados a ellos.