Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

domingo, 23 de agosto de 2020

Flamenco cantado y flamenco contado

     Tan importante como el cante es muchas veces lo que se dice de él. Puede que eso también ocurra con otras músicas, pues todas tienen un aluvión de críticos o comentaristas, o de simples aficionados que opinan sobre ellas; pero dudamos que sea con la misma intensidad que con el flamenco.
      Pero las tertulias flamencas son algo más que reuniones de "aficionados" (que tienen "afección", que lo quieren); son además lugares y momentos donde se contextualiza el cante, el baile o el toque, dándoles un sentido social: donde se construye la realidad del flamenco (Luckman y Berger) fuera, al menos en parte, de los circuitos comerciales. Claro que las tertulias no sustituyen el papel dinamizador de los encuentros flamencos, en los que cada intérprete o creador comparte o compite con otro, en un fructífero proceso de emulación.
      Naturalmente que esos encuentros flamencos no son principalmente los eventos o espectáculos, de un modo u otro comercializados y sujetos a algún tipo de marketing, aunque también pueden serlo. Por el contrario nos referimos, más concretamente, a otros encuentros más informales como los que se dan en las peñas flamencas, en fiestas privadas donde no medie el dinero, en reuniones de amigos o en celebraciones familiares como bodas o bautizos.
     Creemos que las nuevas creaciones en el flamenco no pueden ser resultado de un trabajo de estudio o de laboratorio, porque ese es el modo de proceder habitual de un artista; pero el flamenco no es un artista, es el portavoz de una cultura en cierto modo asediada.
      Convertir el flamenco en una marca es meterlo en los circuitos comerciales, alejarlo de su identidad andaluza y a merced de quienes manejan esa marca y le quieran otorgar los atributos comerciales que convengan al mercado.
     El problema que se plantea ante esto no es fácil de resolver, porque los flamencos profesionales favorecen la difusión y el mantenimiento del flamenco, pero por otro lado lo convierten en un lucimiento personal del "artista", despojando al flamenco de su papel de seña de identidad andaluza, alejándolo de su cuna geográfica y cultural. En los circuitos comerciales se "vende" mucho el flamenco de intérpretes no andaluces: parece como si nos dijeran ¿veis que no es sólo andaluz? Otro caso distinto pueden ser zonas limítrofes como la de Cartagena-La Unión o la de la provincia de Badajoz, las cuales, como excepciones, más confirman que derogan la norma.
 
La marca "internacional"
     Siempre se pone de ejemplo para justificar esta postura, el caso del jazz afroamericano, del sur de Estados Unidos, que ha pasado a ser una música internacional y ha salido de las fronteras de su etnia original. Sin embargo, hay diferencias con el flamenco, porque en el caso del jazz se trata de una etnia, mientras que en el del flamenco estamos tratando de varias etnias que confluyen en lo andaluz, que forman un solo pueblo. Además, los afroamericanos han difuminado y compartido su identidad en otras músicas como el gospel, el soul, el blues... Ellos están, por otro lado, en el ojo del huracán del capitalismo mercantilista norteamericano. Nuestro caso es distinto y cada pueblo debe saber qué estrategias utilizar para defender su identidad, y evitar disolverse como un azucarillo en la vorágine mundial de la globalización. ellos tienen las suyas propias.
     Nuestro caso es distinto, aunque nos parece estupendo que intérpretes o aficionados de otras culturas lo adopten  como propio, e incluso lo enriquezcan con sus aportaciones, sin embargo eso no nos convence si eso no pasa por un proceso de identificación con lo andaluz, ese flamenco no es más que una farsa, aunque esté relativamente bien ejecutado: no es más que un proceso de mimetismo. en este caso se "vendería" la marca de lo internacional y lo universal del arte, haciendo referencia falazmente a uno de los sentidos de cultura (el universal) y no al que se refiere a la cultura particular de cada pueblo, íntimamente conectado con su identidad.

La marca étnica
     El papel tan relevante de los gitanos en el flamenco es también aprovechado por los "mercantilizadores" para crear otra marca, sorprendentemente complementaria de la anterior. Se complementan porque ambas van en la dirección de alienar el flamenco como bien cultural del andaluz.
     Es natural el orgullo de la etnia gitana al flamenco, y además de natural lógico. Pero cuando ese orgullo se instrumentaliza desde fuera para privar al flamenco de su carácter andaluz, el juego ya no es tan limpio.
     El orgullo del gran Antonio Mairena por el cante gitano-andaluz está justificado, aunque errara al disminuir el papel de los payos, son los "comentaristas" externos a lo andaluz los que distorsionan esa inocencia primigenia.
     La marca étnica puede perder su credibilidad con sólo presentar una relación de intérpretes flamencos payos: Antonio Chacón, Pepe el de la matrona, Tía Anica la Piriñaca, Enrique Morente, Carmen Linares, Manuel Oliver... porque no todos han de ser profesionales. Antonio Mairena, Manolo Caracol o La niña de los peines quizás no podrían entenderse sin el complemento de sus compañeros payos.
     Sin embargo, la verdadera trampa de esta argumentación está en la oposición payo-gitano, que en Andalucía es completamente falsa, pues el contacto entre ambas etnias, a lo largo de los siglos, ha sido tan constante y tan intenso que la frontera entre ambas se difumina mucho más de lo que es habitual entre la mayoría de otras. Seguramente la interacción entre ambas tiene mucho que decir con respecto a la aparición de "lo flamenco". Quizás el flamenco se trata de un diálogo fructífero entre las dos partes, sin ninguna de las cuales, como es lógico, éste no tiene sentido.

Al margen de las marcas y la comercialización
     La mejor manera de salvaguardar el flamenco puede que pase por mantenerse al margen de esas marcas, que sustituyen a las identidades originales, porque ellas son garantía de la mercantilización. Las tertulias y encuentros flamencos, por el contrario, refuerzan el carácter identitario del mismo y afianzan los vínculos sociales de los "flamencos" y contribuyen al perfeccionamiento de éste, pues las críticas que surgen en ellos, al estar basadas en un conocimiento amplio del flamenco -incluso si son malintencionadas- contribuyen a la mejora del flamenco, mientras que los halagos -al estar fundamentados- contribuyen a su continuidad. Las peñas flamencas parecen cumplir bien con esta función, aunque seguramente no en exclusiva, y son, sin proponérselo explícitamente, un elemento importante de la identidad andaluza, al margen de otras identidades o marcas artificiales.
     Sería buena idea también que proliferaran las escuelas de cante, al igual que las de baile y, aunque en menor medida, las de toque. Porque ello ayudaría a las nuevas generaciones a entrar en contacto con su herencia cultural.