Los contenidos de este blog van desde la Psicología a la Antropología, pasando por la Historia o la Pedagogía. Esta mezcla abigarrada de disciplinas y temas tiene para mí un sentido claro y este sentido es que todas ellas son ciencias sociales o humanas, intensamente interconectadas unas con otras, debido a que todas ellas tienen un común objeto de estudio: el ser humano. Aunque cada una de ellas tenga su propia metodología e instrumentos de trabajo y de análisis, que les otorgan su propia personalidad.

lunes, 11 de mayo de 2020

La sociedad de la inmediatez

     Cualquiera que haya viajado con niños, en algún tipo de vehículo, habrá tenido que soportar el continuo interrogatorio monocuestión: ¿falta mucho para llegar?. Esta impaciencia de los niños tiene mucho que ver con la falta de madurez de su sistema nervioso (el cuál no maneja suficientemente la dimensión tiempo) y de su baja tolerancia a la frustración, fruto de lo precario de su proceso de aprendizaje.
     Los adultos, en la sociedad contemporánea de la inmediatez actúan en cierta medida como los niños impacientes. En este caso no existen razones neurológicas o madurativas: es que han sido entrenados para ello. Si quisiéramos buscar razones, posiblemente habría que rastrear sus raíces en el mercantilismo, el cuál se basa en el incremento del valor de sus mercancías merced al paso por los intermediarios, de forma que cuanto mayor es el número de intermediarios y/o de mercancías, más se incrementa el precio de los productos (no su valor) y como consecuencia el beneficio del comerciante que gestiona y multiplica ese trasiego. Pero para que la mercancía llegue a su destino cuando aún exista demanda para ella, tiene que acelerarse el proceso, de forma que los múltiples procesos de intercambio, con múltiples intermediarios, no pierdan bruscamente su valor, por obsoleta o deteriorada, con lo que la aceleración del proceso está en la base de la obtención de los beneficios, y el manipular el tiempo de productores y consumidores es la clave para que funcione todo el proceso.
     Esta aceleración del tiempo fue criticada de manera muy divertida por Erich Scheurmann en su obra Los Papalagi, no por cómica menos cierta y descriptiva al desenfreno que nos lleva el mercantilismo. Se ha aducido que el consumismo es un fenómeno de nuestros tiempos, pero creo que podemos verlo también como uno de los desarrollos posibles del mercantilismo.
     Quizás uno de los casos donde se manifiesta con mayor claridad esta relación entre aceleración del tiempo y mercantilismo, sea en la aparición del reloj de bolsillo (parece que inevntado por Peter Henlein en 1524). Se nos ocurre que, no en balde, éste aparece en pleno desarrollo del mercantilismo, durante su desarrollo, época en la que se sustituye, casi completamente, el tiempo cósmico de la agricultura y los ritmos naturales, por el ritmo artificial e individualista del que espera el mayor beneficio personal mediante la aceleración de las transacciones: se trata de llegar antes que los demás.
     Esa relevancia del tiempo en aumento va creando poco a poco un entramado simbólico y de obligaciones que materializa, de manera más real muchas veces que el hierro de los barrotes de una jaula, barrotes tras cuales está encerrado el ser humano contemporáneo. Frente a esto, se ofrece un panorama de aparente libertad de movimientos, que permite a una gran cantidad de personas desplazarse de un lugar a otro del planeta (ya ofertan incluso viajes espaciales) y llega convertirse en un signo de estatus el desplazarse al mayor número de sitios posible, no importa que en esas visitas no se hayan provechado gran parte de las bondades que puede aportar cada sitio; pero la necesidad de la inmediatez convierte en necesidad aparente el visitar cada vez mayor número de sitios y lo más rápido posible. Cuestión aparte es la de los que han de desplazarse en un penoso peregrinaje para malvender su fuerza o su ciencia de trabajo.
     Es decir, que estamos en un conglomerado social en el que cada cual está en un momento determinado en un sitio concreto: sin posibilidad de elección la mayoría de las veces; y sin embargo, como medida excepcional, durante la pandemia del coronavirus, se restringe la libre circulación, aunque para muchos se otorga la posibilidad de organizar su propio tiempo con el teletrabajo, como nunca ha sido posible y ahora les parece que están perdiendo libertades, En la dimensión espacial puede ser, pero en la dimensión tiempo, en muchos caso con el teletrabajo se están ganando: ¿sabemos realmente los ciudadanos el puesto que ocupamos y el papel que jugamos dentro del conglomerado social?.

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